Un 5 de octubre de 1937, en un pueblo llamado La Canela, nace Selso Contreras. Apenas a los ocho días de vida, el destino le arrebató a su madre y, con ella, la esperanza de ser criado en el seno del amor. Fue en ese vacío que su abuela, Celia, tomó el rol de madre y padre. En esa soledad, la mano de su abuela fue la única que lo sostuvo, lo amamantó y le dio la vida por segunda vez.
Selso creció sin estudios, aprendiendo a trabajar la tierra, a sembrar y cosechar. Con sus manos de niño, sembraba papas y ayudaba en la huerta, entendiendo que su labor era la garantía de que su abuela tendría un plato en la mesa. Su verdadero sacrificio era el de un trabajador del campo. En un fundo cercano, se dedicaba a quemar carbón en hornos de barro. Era un trabajo sucio y duro, pero él lo hacía con la dedicación de un artesano. Con la ayuda de su primo Ignacio, cargaba mulas y arriaba burros para vender lo que con el sudor de su frente había ganado.
En la comunidad de La Canela, existía una tradición de años: las procesiones a la Virgen, llenas de bailes y cantos. Don Selso recordaba que en las fechas de la Navidad, él y un grupo de personas paseaban a la Virgen de Andacollo por el pueblito. También rendían alabanzas a la Virgen Santa Filomena, a quien él siempre le bailaba y cantaba con gran entusiasmo.
En uno de esos bailes, Don Selso, que aún no conocía los zapatos (los vino a usar a la edad de 21 años y, con risas, contaba que sus primeros pares se los puso al revés), usaba sus "chalalas", unas sandalias de goma con alambres fabricadas por la gente de esa época. En medio de la danza, y con mucha gente observando, una profesora se acercó demasiado a los bailarines. Con un movimiento, el alambre de su sandalia rasgó las medias de la maestra. Al enterarse, la profesora llamó a la abuela Celia para acusarlo, pero ella lo defendió y lo protegió, diciéndole a la profesora que había sido un accidente, que su nieto nunca quiso hacerle daño, sino que solo fue un descuido por haberse acercado tanto a sus pies. La abuela siempre fue un faro de amor y protección para su Selso.
Era un hombre de campo, de manos callosas y un corazón inmenso, cuyo único propósito era cuidar de la mujer que lo había salvado.
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